LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA O DE CÓMO LA TECNOLOGÍA ESTÁ DESTINADA A IRSE AL CARAJO

Posted by Le Guamps | Posted in , , | Posted on 20:27


Hace cinco años y ante la necesidad casi fisiológica de escuchar música a cualquier hora del día finalmente caí en la tentación de adquirir un I Pod. En ese momento pensaba que la adquisición de un reproductor digital vendría a resolver a largo plazo la compra periódica de baterías para mi antiguo discman, además de ponerle fin a mis prácticas kamikazes de cambiar los discos mientras conducía y optar por el viaje seguro que ofrece un playlist a la medida de las orejas.

Todavía lo recuerdo: Christmas moment. Allí estaba, en una pulcra caja y con el sello de una manzana mordida, que para mí era el símbolo que garantizaba mi felicidad en los momentos de ocio, de tráfico y en los de oficina también, al permitir mi aislamiento total de los ruidos externos, la abolición de los cortes comerciales en el radio y la ignorancia absoluta hacia las incoherencias, fanfarronería y demás mamarrachez que mi jefe eructaba cada vez que abría la boca.

La lectura del manual fue básica para enterarme de los procedimientos necesarios de una correcta operación, la carga adecuada de la batería, las posibles fallas en condiciones específicas y de cómo resolverlas. Después de todo, lo que buscaba era hacer valer mi inversión y ser feliz, muy feliz…

Al cabo de cinco años debo decir que el I Pod de porquería ya cuenta con una reparación y un cambio de batería, cada una con su respectiva nota en la que el proveedor me reconoce como usuario cuidadoso al indicar con detalle que el aparato no presenta ralladuras.

Actualmente y pese al cambio de batería, el I Pod permanece en estado vegetativo y la poca carga que retiene apenas me alcanza para unos cuarenta y cinco minutos de canciones a la semana. Ni pensar en Moby Dick, ni en November Rain, ni en Atom Heart Mother, adiós Iron Butterfly. Ahora pienso que la imagen de la manzana mordida es la advertencia subliminal de un producto que, aún dentro de su empaque original, tiene los días contados y que como toda manzana que se consume hasta el centro tiende a irse a la basura.

Unos meses después de que el I Pod quedara fuera de combate descubrí Comprar, tirar, comprar, un interesante documental producido por la televisión española en el que se revela información importante acerca de la llamada obsolescencia programada, que no es otra cosa que la maldición de fábrica que cae sobre los productos de consumo masivo, destinándolos a dejar de funcionar pese a los minuciosos cuidados del usuario más quisquilloso.

Dirían mis abuelos “…ya nada es como antes…” mientras miran con nostalgia y respeto la consola de bulbos marca Telefunken de la sala. Y es cierto, nada es como antes. Sólo basta enterarse de cómo las bombillas eléctricas Livermore tenían un período de vida prácticamente ilimitado. Sin embargo, la bombilla eléctrica fue el primer artículo de consumo masivo víctima de la obsolescencia programada durante la segunda década del siglo XX, cuando las compañías fabricantes, por órdenes de un comité internacional de gran influencia económica, fueron obligadas a reducir el tiempo de vida del producto.

El objetivo era aumentar el consumo del producto por intereses evidentemente económicos. Incluso, el nylon, uno de los productos sintéticos más resistentes, también fue víctima de la obsolescencia programada y en su momento llegó a plantear un conflicto ético para los desarrolladores de la fórmula que no podían creer que les pidieran reducir los estándares de calidad.

Lo más siniestro del documental es el seguimiento de una impresora de escritorio que repentinamente dejó de funcionar, lo que da lugar a las búsqueda de una explicación lógica de la falla y de posibles soluciones que van desde un diagnóstico general con el proveedor hasta la compra de un equipo nuevo.

En este proceso, el uso de Internet es fundamental para localizar otros usuarios con el mismo problema y que comparten diferentes métodos para resolverlo, sin que ninguno de ellos sea la solución, ya que se descubre que el origen de la falla está en un pequeño chip que predispone al aparato a producir un error y bloquear la impresora.

Hasta aquí todo pareciera indicar que la solución viable es la compra de una nueva impresora, pero no todo está perdido. Uno de los usuarios detectados a través de Internet ofrece un software desarrollado por él mismo para desbloquear el aparato. El escaneo del chip se realiza de forma satisfactoria y listo, la impresora vuelve a funcionar.

Esto no garantiza que el aparato no vuelva a producir una falla. Tampoco representa el descubrimiento del hilo negro acerca de la obsolescencia programada. Lo que sí plantea de manera favorable para el consumidor es una nueva forma de pensar, planear y adquirir objetos de consumo, partiendo del análisis concienzudo de las necesidades reales que se pretenden cubrir, además de tener el cuidado y la paciencia para encontrar soluciones prácticas, antes de gastar en composturas que a la larga igualen o superen la inversión inicial.

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